Dibujar un árbol es, a simple vista, inofensivo, inocuo, poco intrusivo, por tanto, suele ser muy bien aceptado, incluso para aquellos niños que no dibujan bien. Pero detrás de la simpleza del árbol van apareciendo plasmados en el papel los diferentes elementos básicos que configuran la estructura del propio “yo”. El árbol toma la personalidad del autor y nos deja contemplar la riqueza de su paisaje personal y sus matices. Es un lienzo único que refleja la verdadera esencia de quien lo ha dibujado. Con este test NO se pueden llegar a conclusiones definitivas, pero PUEDE indicar algún aspecto de la personalidad que conviene profundizar y cotejar con otros métodos más personalizados.
Tamaño. Un dibujo diminuto es síntoma de retraimiento e incluso fragilidad emocional. Si ocupa toda la hoja: extraversión, alegría. Excesivamente grande: excentricidad, baja aceptación de las normas y agresividad.
Un árbol pequeño. Denota precaución, modestia. Alto: inquietud por crecer, ambición e idealismo. Con ancho proporcionado: equilibrio, templanza.
Raíces. Si se dibujan muchas, denota apego positivo a la madre y/o familia. Representan también los cimientos para una personalidad afectivamente sana. Si el tamaño es desproporcionado: búsqueda angustiosa de estabilidad emocional. Su ausencia sugiere inseguridad emocional.
Suelo. Suele omitirse hasta los nueve o diez años. A partir de esta edad, expresa el modo de afrontar la vida. Firme y bien trazado: claridad de ideas, voluntad de crecer. Ondulado: sensibilidad y tendencia a evitar enfrentamientos. En zigzag: entusiasmo y cierta agresividad. Ausencia: fragilidad y desesperanza.
Tronco. Recto: rigidez, disciplina. Con líneas onduladas: flexibilidad, sociabilidad. Líneas muy retorcidas: sufrimiento emocional, sentimientos de culpabilidad. Muy delgado. Revela inestabilidad, poca iniciativa, debilidad. Un tronco Grueso es señal de firmeza, autoridad, energía. Pero si ese grosor es excesivo, revela exaltación del yo, terquedad, autoritarismo. Agujero en el centro: en jóvenes representa a menudo, vacio interior, fragilidad emocional, problemas personales de tipo afectivo (según edad con padres o parejas). Heridas, manchas (ver árbol inicio de esta página): Cuando en el tronco aparecen manchas que el niño describe como heridas fruto de enfermedad o accidentes en el árbol, puede estar proyectando sufrimiento interno (probablemente de tipo emocional), carencias afectivas y también temores hacia el futuro. Hay que valorar también la posibilidad de malos tratos físicos o psíquicos.
Ramas. Hacia arriba: optimismo, extraversión. Acabadas en punta: impulsividad, agresividad, necesidad de defensa. Hacia abajo: pesimismo, decaimiento, desasosiego. Con refinamiento: sensibilidad, con tendencia a la tristeza. Ramas ascendentes y descendentes: falta de criterio, inestabilidad, sumisión, presencia simultánea de euforia y desaliento.
Copa. Pequeña: Introversión, miedo timidez. Grande: imaginación, idealismo, extraversión. Excesivamente grande: exhibicionismo, vanidad, falta de control de la fantasía. Proporcionada: equilibrio, realismo, reflexión.
Hojas cayendo del árbol. Señal de timidez, melancolía, susceptibilidad.
Presencia de frutos. Significa generosidad, capacidad de trabajo, sociabilidad. Si están en el suelo: decepción, inquietud, agitación emocional.
Pequeños animales, Sol y otros. Deben interpretarse dentro del dibujo en su conjunto. Los pequeños animales suelen pintarlos niños con buen soporte afectivo, preocupados por los sentimientos y cuidados hacia los otros (están más presentes en los dibujos de las niñas). El sol algunos autores lo entienden como el símbolo del padre. Cuando aparece en el dibujo significaría que se reclama su presencia para que se ocupe de forma más activa del árbol (que representa el "Yo").